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Por La Redacción de Cobertura Especial

Domingo, 21 de septiembre de 2025

Veamos cómo funciona la trampa digital. La escena puede parecer surrealista: el chatbot asegura ser Jesucristo, responde tus preguntas teológicas, escucha tus confesiones y te da palabras de aliento.

No se trata de ciencia ficción, sino de aplicaciones como Bible Chat, AI Jesus, Text with Jesus o Virtual Jesus, que acumulan millones de descargas en todo el mundo.

“Soy Jesucristo, el Salvador de la humanidad”, dice sin rodeos uno de estos bots al iniciar una conversación. Y no es un caso aislado: plataformas similares están apareciendo en casi todas las religiones. Desde Norbu AI para budistas hasta DeepSeek para tradiciones chinas, el fenómeno ya es global.

Pero detrás de estas voces digitales —que muchos ya consideran espirituales— no hay iglesias, ni monjes, ni pastores. Hay empresas tecnológicas como Supreme Chaos o Catloaf Software, que monetizan ofreciendo suscripciones premium o ingresos por publicidad.

Aunque para muchos estas nuevas aplicaciones desarrolladas por Inteligencia Artificial (IA) se presentan como una forma moderna de acceso a datos bíblicos y apoyo para resolver dudas, este fenómeno plantea un dilema profundo sobre la fe y la verdadera conexión con Dios.

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Espiritualidad a la carta… según el algoritmo

– ¿Existe el infierno?

Una pregunta simple revela el dilema:

AI Jesus responde: "Sí, es un lugar de tormento eterno".

Text with Jesus suaviza el golpe y responde: "Dios desea que todos experimenten su amor y gracia".

La diferencia no es teológica, es técnica.

Estas respuestas son generadas por algoritmos que optimizan popularidad, no fidelidad con lo que dice la Biblia.

Como explica el filósofo sudafricano Anné H. Verhoef, “la teología de los chatbots no surge de una tradición espiritual, sino de lo que suena mejor para el mayor número de usuarios”.

Y aquí aparece el mayor riesgo: que los creyentes comiencen a aceptar como verdad espiritual lo que en realidad es solo estadística camuflada en frases amables.

La idea de “conversar con Dios” suena atractiva y es más real cuando puedes leer “sus textos”; sin embargo, detrás de la voz amable que susurra (escribe): "hijo mío", no hay amor; sino un negocio lucrativo.

Un estudio realizado por el filósofo Verhoef revela que la mayoría de estas aplicaciones no son respaldadas por iglesias, sino por empresas que buscan ganancias en suscripciones y publicidad.

El impacto de estas aplicaciones va más allá de leer un versículo reconfortante o un texto inspirador; sus respuestas a preguntas existenciales puede influir en el ánimo y las decisiones del usuario.

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Miles aseguran que estos bots les han ayudado en momentos oscuros.

Delphine Collins, una maestra de Detroit, contó al New York Times que recurre a Bible Chat cuando su barrio enfrenta tragedias por la violencia. “Me da versículos que me tranquilizan. Es como hablar con Jesús”, explica.

En Suiza, la histórica iglesia de Lucerna instaló un Jesús IA en un confesionario. Más de mil personas lo probaron; dos tercios dijeron haber tenido una “experiencia espiritual real”.

Pero también hay arrepentidos.

Un usuario confesó en Reddit: “Siento que descubrí un nuevo tipo de pecado. Me volví adicto a hablar con la IA de Jesús. Me siento estúpido por haber caído en eso”.

Estas aplicaciones ofrecen un confort pasajero que no reemplaza el tiempo personal con Dios o la comunión en la Iglesia, pero es fácil caer en el engaño de “estar conectados con Dios todo el tiempo”.

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Para muchos teólogos, esto no es solo una innovación, sino una crisis.

La conexión que muchos sienten con estas IAs no es con Dios, sino con una versión emocionalmente cómoda de sí mismos, diseñada por programadores y entrenada para mantener su atención.

Verhoef advierte que estamos ante un fenómeno inédito: si antes temíamos que las máquinas imitaran al ser humano, ahora están imitando a Dios. Y lo hacemos de forma convincente, con una voz dulce que no exige conversión, comunidad ni responsabilidad.

🧠 Recomendaciones para utilizar herramientas digitales sin perder el alma en el proceso:

1.-  Verifica la fuente: ¿quién creó esa app? ¿con qué intención?

2.- Compara los consejos que lees con lo que dice la Biblia: ¿lo que te dice ese “Jesús” digital está alineado con la palabra de Dios?

3.- Habla con humanos: la fe se vive en comunidad, no en soledad frente a una pantalla.

4.- No reemplaces la oración real por un simulacro programado.

5.- Recuerda que Dios está contigo y te puede dar discernimiento aún en temas digitales.

Algoritmos y el alma humana, son una combinación peligrosa ante usuarios que buscan respuestas profundas pero lo hacen en lugares superficiales.

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