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Un amigo que te da todo o nada: el internet y su deslealtad


Nos hace sentir internacionales, ágiles y casi invencibles; pero cuando se apaga, el mundo que conocemos colapsa.


 

Por Luis Leonel Lopez Armas

14 de agosto de 2024

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Cortesía de https://pixabay.com/


Sin internet: ¿Cómo trabajarías o harías tareas desde casa?, ¿regresarías a ver las noticias de la noche para informarte?; y más importante aún, ¿cómo mantendrías contacto con tu familia y amigos?; es decir, ¿le llamarías a cada uno?. Muchas preguntas por responder, ¿cierto?.

 

La conectividad digital es un pilar fundamental de la vida diaria y resulta casi impensable imaginar cómo sería nuestra existencia sin la omnipresencia del internet.

 

Un caso revelador

 

Hace unos años, una experiencia aparentemente trivial reveló la magnitud de nuestra dependencia de la red. Una amiga, atrapada en la vorágine del trabajo digital, se vio privada de internet en su hogar durante una semana. Lo que comenzó como una crisis de frustración y desesperación pronto se transformó en una oportunidad inesperada.

 

Sin la distracción constante de las notificaciones y las pantallas, redescubrió el placer de sus libros físicos, disfrutó de un tiempo de calidad con su familia y exploró actividades al aire libre.

 

Este episodio subrayó una verdad inquietante: aunque el internet es una herramienta poderosa, nuestra dependencia de éste puede tener un lado oscuro.

 

Tal vez no lo hayamos analizado detenidamente, pero el internet ha permeado todos los aspectos de nuestra existencia, desde la comunicación hasta la salud. Pero, ¿cómo afecta exactamente nuestra vida cotidiana y profesional?


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Cortesía de https://pixabay.com/


Una vida instantánea

 

WhatsApp, Telegram, Facebook, Instagram y una larga lista de plataformas y redes sociales nos hacen sentir informados, importantes y hasta poderosos; todos los días y sin largas esperas. Lo tenemos todo al instante.

 

El auge del trabajo remoto ha establecido una flexibilidad sin precedentes y el acceso a una cantidad ilimitada de información ha democratizado el conocimiento.

 

El internet facilitó la telemedicina (consulta médica online), para miles de personas.

 

Nuestra diversión también está conectada a internet. Desde Netflix hasta Spotify, el entretenimiento bajo demanda modificó la forma de consumir medios.

 

Y las compras en línea han hecho que el comercio sea más accesible que nunca.

 

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Cortesía de https://pixabay.com/

 

Entonces, ¿qué hay de desleal en el internet?


Que su presencia es intermitente; es decir, no estará allí siempre que lo necesites.

 

El internet puede llegar a ser catalogado como una droga para ciertas personas pues genera, entre otras cosas, codependencia.

 

La desconexión de este amigo poco fiable puede traer consecuencias devastadoras para los usuarios, según el centro de terapia personal, Mas Ferriol.

 

Por ejemplo: deteriora las relaciones personales, baja el rendimiento académico y laboral por la falta de concentración, genera problemas de salud física y mental, desconecta a las personas del entorno real e impacta en la calidad del sueño.


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Cortesía de https://pixabay.com/


La gratificación instantánea

 

Es una de las “enfermedades mentales” de la última década debido a la cantidad de usuarios e influencers que se ven constantemente afectados por la aprobación o rechazo de gente a la que no conocen.

 

No solamente hablamos de los likes y número de seguidores; esa gratificación inmediata, también afecta a los seres humanos comunes y corrientes que buscan hacer una transacción bancaria en línea, quieren pedir comida a domicilio o reproducir un podcast desde el celular. Todos quieren velocidad.

 

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Y, ¿cómo sería la vida sin internet?, ¿a qué viejos hábitos deberíamos regresar?. Revisemos.

 

Trabajos sin internet, se traducen en: trabajo presencial. Tocaría retomar las rutinas de salir de casa muy temprano para cumplir con un horario y regresar cuando oscurece.

 

Las tareas universitarias o del colegio volverían a tomar mucho tiempo pues tocaría hacer investigaciones en lugares en que habían quedado en el olvido como la hemeroteca o la biblioteca, para lo cual, sería necesario considerar el tiempo de traslado y las horas de búsqueda manual.

 

Para enterarte de las noticias, tendrías que tener una tía comunicativa que te llame para contarte lo que ha pasado: un accidente aéreo, un atentado contra un famoso o las manifestaciones que entorpecerán tu regreso a casa. De lo contrario, deberías esperar al noticiero nocturno para saber de qué te perdiste.

 

Y, para comunicarte con tu familia y amigos, sería necesario buscar tiempo para llamar a tus padres, pareja, hijos, y un largo etcétera de amistades.

 

Pero no todo sería tan malo, podrías recuperar cosas valiosas como: cocinar junto a tu familia (en lugar de pedir comida por una aplicación); salir a la calle a jugar un partido de fútbol con tus hijos y vecinos, o dar una caminata con tu mascota y disfrutar del cielo estrellado al final del día (en vez un la maratón de Netflix).

 

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Sería una vida más lenta, pero también, menos estresada.

 

La Biblia nos ofrece una perspectiva valiosa en Romanos 12:2 que nos anima a no conformarnos con el presente siglo, sino a transformar nuestras mentes.

 

Este llamado a la renovación nos recuerda que, aunque la tecnología ofrece oportunidades inmensas, debemos usarla de manera que honre nuestros valores y nos aporte equilibrio.

 

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